jueves, agosto 24, 2006

La Emperatriz (capítulo V)


Marla

Cuando se anuncia el verano, en Singapur irrumpe el monzón, al igual que en el resto de Asia. Con él llegan los tres meses de vientos del fin del mundo y las lluvias torrenciales. Los aguaceros están precedidos del viento y éste de un silencio final que pinta el cielo de negro azulado.
Después de la lluvia, siempre una liberación. En efecto, a continuación se sucederá alguna pausa de sol, como un reclamo para no olvidarlo durante ese largo periodo de tres meses. Entonces los niños salen a jugar a los campos de arroz verde insultante; por las noches se oye el dulce croar de las ranas; las terrazas se llenan de risas hasta muy tarde aprovechando todos y cada uno de los minutos restantes.

Podría ser el tiempo al que no estaba aún acostumbrada. O tal vez el calor sofocante y húmedo lloviese o no lloviese. Sólo entonces entendió porque en todas las películas asiáticas el protagonista se pasa un pañuelo impoluto de ensueño por la frente: el sudor es constante. ¿Se atrevía a afirmar que no esperaba que pasase algo? Nada en concreto. Era eso lo que se decía Marla. Nada en concreto. Una cierta desconfianza a algo, sin embargo. Era más bien un cierto malestar, como cuando se está encubando una enfermedad. Quedaban aún algunas semanas de monzón, no podía separarse del chubasquero amarillo ni del sudor. Así era allí en Singapur.

No resultaba tan difícil acostumbrarse. Cuando necesitaba a occidente se iba a dar una vuelta por el barrio colonial (como lo hiciera antes en Nagasaki, deliciosa ciudad que aún a veces añoraba). O se iba a tomar una copa al Raffles Hotel donde sin prestar mucha atención podía encontrarse con alguien de la colonia de extranjeros o algún turista en busca de Somerset Maugham, Joseph Conrad o Nowel Coward. Podía irse a dar una vuelta por Orchid Avenue, tan occidental como Hong Kong o Nueva York. El remedio infalible era el cine. Allí todas las películas eran en versión original, podía darse el lujo de escuchar español y veía una misma película de Almodóvar hasta veinte veces. Le gustaban especialmente las noches frescas con Tom en los hawks porque era como estar en un chiringuito malagueño a pie de playa. La escuela excitaba a los niños que hablaban de ella a cada minuto como si aún fuera una novedad. Todos parecían acostumbrarse a aquel nuevo tiempo con la pereza de los camaleones.

Pero aquel día sudoroso de lluvia fina y constante, Marla se sentía especialmente inquieta. No eran las saudades. Ni la morriña. No, esta vez no era la añoranza. No podía desprenderse del sueño de la noche anterior, como si se encontrara con un pie en el sueño y otro en la realidad. Le hubiera gustado contárselo a Julia, pero ella no contestaba los mails. Úrsula, últimamente tampoco, por cierto. A veces a Marla le parecía que se habían olvidado de ella especialmente después de que hubiera enviado su parte del Libro Sagrado. Lo había hecho enseguida sin oponer una mayor resistencia. Ni menor. ¿Sería porque estaba tan lejos?

Esa mañana, cinco horas después de haberse levantado Marla aún recordaba frases e imágenes concretas de su sueño que se habían descolgado como cerezas maduras golpeadas por un temporal. El sueño y el sudor cubrían su frente.

- Todo va bien. No tengas miedo.

La frase era de Julia que corría y se escapaba. ¿De qué? ¿De qué tormenta? Marla y Úrsula la perseguían. La carrera era descorazonadora, con atisbos de sombras angustiantes. Julia entonces se acercaba sólo a ella, a ella y era a ella a quien se aproximaba como un fantasma y de repente por detrás le espetaba:

- No olvido

Marla despertó durante la noche. Tom la observaba e intentaba calmarla, ella gritaba. ¿Gritaba?

- No olvido

Julia se lo repetía. Sólo a ella. Marla no podía hacer nada. Se quedaba quieta sin poder moverse. Úrsula, sí era Úrsula quien chillaba:

- ¡Pronto!

Pero Marla no podía moverse. Tom llegaba con el vaso de agua, tenía la garganta seca, ardía allí un fuego gélido y metálico. Tom, sí, tráeme un vaso de agua por favor. Por favor.

- ¿Los niños?
- Duermen

Ahora los niños ya estaban en la escuela, la casa dejaba espacio para escuchar el silencio de la lluvia. Estaba pensando si ir al cine, a la sesión matinal. Le hubiera gustado romper aquel sueño en pedacitos y tirarlos al río. Con la crecida a causa de las lluvias las aguas turbias arrastraban las ramas de los árboles y toda clase de detritus amenazando el limpio orden compulsivo de Singapur, podían llevarse lejos los trozos de aquel sueño también.

Marla no podía precisar en qué estado de ánimo se encontraba. Era imposible. Su ánimo cambiaba a cada hora. Se esforzaba en no pensar. Había notado en el desayuno que Tom la observaba con curiosidad, tal vez con una cierta inquietud. No le preguntaba “¿En qué piensas?” Era una de las tantas cosas que la habían hecho convivir con aquel hombre y casarse hacía 14 años. Tom, en cambio, le había dicho:

- ¿Quieres que vaya a buscar a los niños? Luego podemos llamar a May-Li y salir esta noche.

Aunque sabía que “llamamos” significaba que ella llamaría, que los niños estarían encantados de quedarse con May-Li y que ellos dos disfrutarían de una noche preciosa, que seguramente empezarían con una copa en el Raffles y que acabarían en los hawks que tanto les gustaba a los dos, Tom se levantaría para volver a aparecer con una flor sacada quién sabe de dónde y de allí se desprendería una noche dulce como aroma de orquídeas

Esa mañana Marla estaba inapetente. Pero se lo agradecía con la mirada y sonreía. Con los años había aprendido, gracias a Tom, a desprenderse del otro mundo y seguir con su vida. Tom era su vínculo con la realidad. Hacía tiempo que no le asaltaban uno de sus “viajes”. Algo estaba pasando. Hoy prepararía la merienda para los niños, pensaría en qué ponerse para una noche especial con su marido. Mañana llamaría a Julia y a Úrsula. Si no las encontraba, tendría que averiguarlo por sus propios medios.
Continuará...

. . . . . . .
Imagen: La Emperatriz, Arcano III, Tarot de las Brujas

2 nos cuenta...

Blogger pilar nos cuenta que ...

"Le gustaban especialmente las noches frescas con Tom en los hawks porque era como estar en un chiringuito malagueño a pie de playa."

;) Besos

4:22 p. m.  
Blogger Jimena nos cuenta que ...

Como ves, durante esete periodo siempre busco cositas que te hagan sonreír...

Ji

2:16 p. m.  

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