¡Se sentía tan bien! Estaba exactamente donde quería estar y con quien quería estar. Aunque reconocía que echaba mucho de menos a sus amigas Marla y Úrsula. Quizás le habían escrito y le habían enviado algún correo electrónico. Allí en el pueblo no llegaban ciertas ondas herzianas y menos aún el mundo virtual. Sólo el párroco gozaba del privilegio de tener internet, pero ella prefería no tener mucho contacto con la gente del lugar ni nada más profundo que un “hola” simpático y casual, muy casual. Por el Tarot sabía que estaban intentando contactarla y que algo extraño ocurría con cada una de ellas. Las cartas decían que era Marla la que necesitaba más ayuda, aunque no era menos urgente la situación de Úrsula. Pero Julia no quería volver al mundo real, estaba dispuesta a arriesgarlo todo con tal de vivir su sueño. En cambio podía tomarse el primer café de la mañana sentada sobre la barandilla de la ventana frente a un gran lago rodeado de un verde intenso perfumado de pequeños ruiditos familiares de pájaros, ardillas y zorros.
Julia sostenía la taza de café humeante con las dos manos. Primero inspiró aquel olor tan familiar que le sabía a los besos de la persona que tanto amaba. El café es realmente delicioso. Cerró los ojos para inspirarlo. Luego levantó la vista y abrazó con su mirada todo cuanto podía, tenía sed de abarcarlo todo: el lago, el cielo, el bosque, los animales, el olor a agua y azul y verde.
De aspecto profundo, era un paisaje de grandes dimensiones que se explayaba en horizontal más que en vertical. Lucía algunas colinas de vivos verdes rodeando un gran lago oscuro bajo un cielo lleno de matices plateados la mayor parte de los días. Las facciones de aquel paisaje, porque las tenía, denotaban siglos de perseverancia apenas silenciosa como un testigo bondadoso y severo a la vez. Natural, sin maquillaje, no torres de alta tensión, no casas pintorescas más allá del pueblo. Era un verdadero bosque. Tenía los árboles de diferentes tipos, algunos, pinos; otros, castaños y más allá, las encinas que se ordenaban todos meticulosamente peinados sobre la tierra oscura.
Este paisaje tenía un rostro en forma de luna llena y los ojos grandes, brillantes esmeraldas que resaltaban sobre la boca ancha del lago. La nariz era pequeña, graciosa de una curiosa colina joven más cercana al lago. Este paisaje era tan humano que podía ser una persona con la que siempre queremos permanecer. Parecía alguien que se ha levantado sereno y nos regala su sonrisa franca apenas la miramos. Sin embargo, se le suponían mejores años, de laderas más extensas y más verdes. No guarda rencor por los tiempos que fueron mejores. Lo que más llama la atención es su aire agradecido entre cordial y orgulloso que nos arrastra a comprenderlo profundamente en cada inspiración.
Quizás lo mejor fuera prescindir de todo, de sus olores sinceros, fijándonos exclusivamente en aquel aire de fuerza milenaria que era sin lugar a dudas lo que más llamaba la atención de todo aquel paisaje.
Julia sonrió. Sonreía cada día. Se giró a su derecha y allí seguía James que la observaba enamorado desde el
más allá. Entonces Julia tomó su libro y le leyó otra historia de amor como cada mañana para que él no olvidara lo que significaba ser humano.
Continuará...Imagen: Arcano La Emperatriz, Tarot Ibis